Infarto emocional

infartoMaría es una mujer que ronda los cuarenta años con dos hijos. Aparentemente vive una vida feliz, en un buen barrio, de una buena ciudad, goza de una buena posición, en una buena empresa y tiene unos buenos hijos que van a una buena escuela y un buen esposo que trabaja en una buena empresa.

A María le encanta viajar. Cada año realiza un viaje de invierno a esquiar y en verano a algún lugar encantador. A pesar de tener todos los ingredientes necesarios para poder disfrutar de una experiencia inolvidable es incapaz de relajarse, desconectar del trabajo y de entregarse a las sensaciones, experiencias y emociones que le puede proporcionar el destino elegido.

Es curioso ver cómo estando en el paraíso, no lo puede disfrutar porque no puede desconectar del trabajo por culpa de sus propios esquemas de entrega total al trabajo. De muy jovencita, nuestra protagonista, creó un esquema mental según el cual el trabajo es el centro de todo y lo más importante en este mundo. Complementó este esquema con la idea de que debía adoptar una actitud sumisa y dependiente del trabajo.Cada vez le cuesta más dejar a sus hijos en los viajes de negocios, que cada vez son más largos y exigentes. Le toca abrir mercado en China y se pasa el setenta por ciento de su tiempo viajando. Percibe que para ella es muy importante poder disfrutar de sus hijos, pero por otro lado no se quiere ni plantear la posibilidad de cambiar de funciones o de trabajo.

Siente tensión cada vez que viaja. Ha visto que fumar la relaja, fuma entre 3 y 4 cajetillas diarias. Flirtear con un compañero de trabajo también hace que se olvide que está lejos de casa y la hace recuperar viejas sensaciones. Se siente deseada, querida y respetada. En cada viaje de vuelta a casa reflexiona si su pareja debería seguir siendo su pareja. Prefiere no pensarlo, mejor no cambiar nada.

Su pareja es dominante, durante muchos años le ha servido como soporte y ayuda, le ha dado protección. Pero con su proyección profesional ha ganado en seguridad sin saberlo. Le gustaría hacer muchas cosas, pero la pareja siempre le frena y le anima a que se centre en su carrera profesional. En realidad para ella no es tan importante, pero no puede compartirlo con la persona que ama… pero ¿todavía la ama?

Está empezando a sentir una sensación extraña. Está empezando a darse cuenta de que la casa donde viven no se adecúa sus necesidades, desearía cambiar, pero su pareja no quiere. Tiene muchas dudas, nuestra protagonista se siente atrapada en un modelo de vida que no ha elegido, un modelo que en su día quizás fue válido, pero que ahora no le permite vivir en paz. Lo comenta con sus padres a lo que le responden que no la entienden que tiene todo lo que una mujer puede desear. Sus amigas le aconsejan que lo deje todo y que se vaya a vivir a otro país, el camarero del bar donde desayuna le dice que qué hay que hacer para tener el coche que ella tiene, las mamás del colegio le preguntan que qué hace para mantener la figura que tiene.

No sabe el motivo pero cada vez se siente más tensa. Tiene inputs de que algo no funciona pero prefiere no pensar. Su vida pública es perfecta, pero nadie sabe en realidad lo que sufre en sus viajes lejos de sus hijos. Nadie se puede imaginar que desearía verlos crecer y tomarse un respiro profesional, nadie sabe que su marido actúa como un déspota al que no se le puede llevar la contraria, poca gente se imagina que para poder tener un coche de empresa de lujo debe aguantar las incoherencias, ineficacias y los caprichos de un jefe pésimo…

Pero prefiere no pensar en ello, quizás sea demasiado quisquillosa o exigente, pero si lo tiene todo, pero se siente vacía. Siente que la vida que vive no tiene sentido, pero prefiere no pensar.

Tarde o temprano cambiará, seguro, no puede seguir así. Se plantea que quizás sea responsable de su situación. Espera que el destino le sonría. En realidad cada vez siente más tensión, fuma más, duerme menos, bebe más, come menos… y de repente sufre un infarto emocional.

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