Podemos educar para la prosocialidad en vez de para el odio y en la base de todo ello hay una concepción de la vida. Fomentamos la competición sin saber que es el origen de gran parte de los males que padecemos. La fomentamos en la familia, en el colegio y en el trabajo… Continuamente, constantemente, indiscriminadamente…
Cuando competimos uno gana y el resto pierde. Pero claro, para poder infundir la semilla de la competición en un niño primero tenemos que hacerle creer que ganar es lo más guay del mundo y que cuando ganas flipas mogollón y que el ganador siempre es más que los demás… Expectativas, todas ellas, irreales, sobrevaloradas y parciales. Continuar leyendo «Educando contra el terrorismo»