Vivimos aparentemente más conectados que nunca. O al menos con más posibilidades de conexión que nunca. Tenemos nuevos y potentes canales de comunicación que nos permiten expandir nuestras posibilidades más allá del tiempo y del espacio.
Pero la realidad es que estamos más desconectados que nunca, especialmente de lo que ocurre en nuestro entorno más cercano y, lo que es más importante, estamos desconectados de las personas que nos rodean.
Vivimos encerrados en un caparazón en forma de pantalla que intensifica el aislamiento social. Esta desconexión nos proporciona la excusa perfecta para no considerar las necesidades de las personas que nos rodean y, por lo tanto, disculparnos de la obligación de empatizar con otras personas y de implicarnos en nuestra sociedad más cercana. Continuar leyendo «Aparentemente conectados»