¿Qué esperabas?

que esperabasMientras tomo un café no puedo evitar escuchar furtivamente una conversación en la mesa de al lado sobre un video en el que una adolescente propina una paliza a otra joven. Aparento estar concentrado leyendo el diario, pero en realidad estoy absorbido completamente por el fascinante debate surgido a partir de la noticia.

‘Debe ser una chica de una familia desestructurada’, dice una de las interlocutoras. Es posible, pienso yo intentando no participar de la conversación; de hecho suele haber una aparente correlación entre adolescentes conflictivos y familias desestructuradas. Digo aparente porque en mi opinión, la correlación se da entre adolescentes conflictivos y el abandono, el maltrato, el chantaje emocional, la presión, la manipulación o el estrés que sufren independientemente de que procedan de una familia desestructurada, estructurada o aparentemente estructurada.

‘Yo espero que la mía no me salga así’. Mi atención vuelve de nuevo a la conversación. Ciertamente la mayoría de adolescentes no son como son por casualidad o por caprichos del azar, sino que la influencia que reciben de los padres siempre es determinante. ¿Qué modelo tienen en casa? ¿Tienen a unos padres que les escuchan? ¿Tienen a unos padres con un estilo de relación respetuoso? ¿Tienen a unos padres que ignoran las necesidades afectivas de sus hijos? ¿Ven a unos padres resentidos con el mundo?¿De qué te extrañas? ¿Qué esperabas? Recuerdo que esta fue la respuesta de una adolescente a sus padres en una sesión de familia. La misma adolescente que semanas antes había visto como su padre había estado fuera toda la semana trabajando, llegó el viernes, cogió la ropa de esquiar y se fue solo a esquiar para relajarse sin dar opción a compartir el fin de semana con el resto de la familia. El mismo padre que tachaba de egoísta a su hija cuando ésta no comprendía que su padre se fuera de fin de semana sin contar con el resto de la familia.

Cuidado, mucho cuidado. No basta con alimentar, vestir, pagar un colegio caro y apuntar a nuestros hijos a muchas actividades extraescolares para ejercer de padres. Es necesario estar presente, no importa que sea mucho o poco tiempo, pero ha de ser un tiempo de calidad. Escuchemos a nuestros hijos con atención plena, interpretando lo que nos dicen y lo que dicen entre líneas, aceptemos sus necesidades sin menospreciarlas, valoremos sus aportaciones, enseñémosles a pensar en vez de a obedecer, démosles criterio en vez de normas rígidas, dialoguemos, hablamos con ellos cada día, que nuestros hijos nos sientan cerca, tratémosles como personas, no como apéndices que deben seguirnos o comprendernos.

¿Pero por donde empiezo?

Empecemos por cubrir sus necesidades afectivas. Además de enseñarle idiomas, métodos de cálculo, Bridge, deportes y un largo etcétera, enseñémosles a relacionarse con otras personas, a conocerse y a conocer, a gestionar sus emociones y las de los demás, a prevenir conflictos, a comunicarse asertivamente, a valorar las influencias que reciben, a relacionarse en diferentes ambientes, a pedir lo que necesitan, a ser coherentes, a escuchar, a analizar, a crear o a mantener una autoestima sana.

¿Eres consciente de la responsabilidad que tienes como modelo que eres para tus hijos? Mi mejor consejo es que programes y planifiques la educación de tus hijos incorporándote a ti mismo como un agente activo, como el agente más importante en el proceso educativo.

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