He estado unos días sin calefacción debido a una avería en el depósito de gas. Durante estos cinco días, la casa ha estado entre 10 y 15 grados. Durante estos cinco días he podido sentir cada día, varias veces al día, el frío y sus consecuencias. El frío me ha obstaculizado seguir con mi rutina habitual, me ha dificultado trabajar y me ha impedido descansar. Como consecuencia he estado de más mal humor, más intolerante, más agobiado, menos creativo, menos receptivo y menos sociable.
Durante una semana he vivido por debajo del umbral de pobreza energética. He experimentado lo mismo que están viviendo miles de personas, muchos de ellos niños, ancianos o personas enfermas. Al igual que ellos, cada noche me encontraba una cama helada, por la mañana tenía que cambiarme de ropa corriendo, tenía que calentarme las manos para poder seguir tecleando, nunca llevaba menos de cuatro capas de ropa y tenía que ocultar mi tristeza, rabia e impotencia cuando los niños se quejaban del frío.
En todas y cada una de estas situaciones no podía evitar pensar en las personas que no pueden pagar la calefacción, en las personas que sufren de pobreza energética. Ahora que ya se ha solucionado la avería, sigo sin poder evitar pensar en todas aquellas personas para las que el frío no terminará hasta bien entrada la primavera. Cada noche, al entrar en una cama confortable y cálida, no puedo evitar pensar en las personas que seguirán pasando frío. Y me cuesta conciliar el sueño.Imagino cómo debería de sentirse una persona en la que han depositado sus esperanzas millones de personas. Una persona que debe liderar y cuidar de la gente que la ha elegido. Imagino que la responsabilidad no le debe dejar conciliar el sueño. Yo soy una persona normal, capaz de sentir compasión y empatía por sus congéneres, por la gente que le rodea.
Pero… ¿Qué ocurre con los superhombres y las supermujeres? ¿Con aquellas personas que se creen capaces de liderar un gobierno, de dirigir un país y de tomar decisiones que afectaran a millones de personas? En mi opinión deberían ser superhombres y supermujeres. Yo no me siento capaz de liderar a un país, sin duda alguna… ¿Pero cómo se puede llegar a ser una persona excepcional? La prestigiosa facultad de psicología de la Upenn de Philadelphia está estudiando los valores que debería tener una persona para ser feliz, sabia y equilibrada, en definitiva, para llegar a ser una persona excepcional.
En este estudio se están analizando 24 valores o fortalezas que toda persona excepcional debería tener. De estas fortalezas tan solo quiero destacar algunas. Una persona excepcional debería ser inteligente, disponer de pensamiento crítico, de la valentía necesaria para poder tomar las decisiones más acertadas, de integridad moral y ética, de un gran sentido de la responsabilidad, de humildad, de un excepcional concepto de justicia, de compasión y de la capaz para sentir amor en el sentido más amplio de la palabra.
Animo a las personas que toman decisiones por nosotros, a los que se creen que son capaces de gobernarnos, a que se conecten a la web de la facultad de psicología de la Upenn y que analicen sus valores en cuestionario abierto que pueden realizar. También les animo a que se planteen si no han sobrevalorado sus propias capacidades y a que valoren si son merecedores de la responsabilidad que tienen y de las ilusiones que han depositado en ellas millones de personas.
Pero volviendo a lo que no ocupa. ¿Porque son tan caros los recursos básicos? ¿Es evitable? ¿Se podría racionalizar el coste de los suministros energéticos? ¿Se podría aplicar la estrategia de los recortes que se está aplicando a la educación o a la sanidad? He realizado procesos de consultoría, charlas y formación para muchas empresas. Gracias a esta perspectiva he podido observar cómo, en las empresas mal gestionadas, al final el cliente acaba asumiendo la incompetencia de las personas que trabajan o que las dirigen.
La incapacidad para negociar se transforma en incremento de coste para el cliente, una gestión deficiente, las malas decisiones, los intereses ocultos, las estrategias mal diseñadas, los favores a amigos, la ineptitud, el sobredimensionamiento por inseguridad o miedo, la incapacidad para ejercer las funciones por las que has sido contratado, la comodidad y por descontado el engaño y la mentira acaban provocando un sobrecoste.
A final todo repercute en la cuenta de resultados de la empresa, por lo que se debe subir el margen de beneficio, lo que provoca que el precio final del producto sea más caro. En definitiva, los clientes y usuarios estamos asumiendo el coste de esta desviación. Animo a las personas con capacidad de influencia en las empresas de productos de necesidad básica como el gas y la electricidad a que apaguen la calefacción durante una semana. A que les pregunten a sus hijos cómo lo están viviendo. A que vivan en una casa por debajo de los 12 grados.
Yo creo que no deben ser conscientes de lo que supone vivir así. Si fueran conscientes y mínimamente humanos no lo permitirían. Con este ejercicio que les propongo quizás se den cuenta de que deben actuar con responsabilidad, empatía, valentía y compasión. Seguro que una persona virtuosa haría todo lo posible para aliviar el sufrimiento de las personas que le rodean. Al final fueron personas normales, que no se creen capaces de gobernar, que no dirigen grandes compañías, las que me ofrecieron más de una docena de estufas en menos de diez minutos. Al final fueron personas normales las que me ofrecieron su casa para comer, para dormir y para ducharme hasta que tuviera la avería arreglada, al final fueron personas normales las que se ofrecieron a cuidar de los niños para que no pasaran frío. Al final fueron personas normales las que me preguntaron cada día como estaba evolucionando la reparación de la avería. Y, lo que engrandece más su gesto, son personas que me conocen desde hace tan solo tres meses.
Quizás sería mejor que gobernaran personas normales, empáticas, compasivas, responsables y consideradas. Personas que no han perdido su humanidad a pesar de estar sufriendo las consecuencias de la situación económica y social. Personas que no miran hacia otro lado esperando evitar la realidad, personas que no se autoengañan para vivir felices, personas que son incapaces de no hacer nada ante el sufrimiento del prójimo, personas que no se creen superhéroes ni que sobrevaloran sus propias capacidades.
Porque al final ¿De qué sirve el progreso, el dinero y el poder sino es para aliviar el sufrimiento?