En defensa de los (buenos) libros de auto-ayuda

No puedo empezar este artículo sin hacer una confesión, o dos. He de confesar que durante mucho tiempo huía de los libros de autoayuda como quien huye del diablo. Era una especie de odio aprendido que me llevó a hacer una conclusión (precipitada) sobre el género.

Tengo muy claro de dónde nació ese odio: de la misma facultad de psicología. Yo estudié en una universidad que apostaba por la psicología más científica. Llegué a estudiar hasta ocho asignaturas relacionadas con la metodología científica, el diseño de estudios o el procesamiento estadístico de los datos.

Era un imberbe, joven e ingenuo psicólogo que admiraba a sus profesores y que navegaba por la credulidad del neófito en una materia que se me hacía inabarcable. La psicología es ciencia, oía una y otra vez y hoy, más de veinte años después, sigo creyéndolo. Cuando hablamos del sufrimiento ajeno, todo rigor en el tratamiento es poco. Las aventuras las tengo en las montañas, con las personas con las que trabajo sólo quiero ciencia, respeto y rigor.

Tal fue la influencia de mis profesores que decidí inscribirme en una asignatura que nos enseñaba a realizar publicaciones científicas. Era una asignatura extraña en la que aprendimos la liturgia que se tiene que hacer para citar a un autor entre otros muchos métodos y protocolos.

Eso quedó ahí, en mi memoria, guiándome siempre en la elección de los libros que leía. Nada de auto-ayuda, solo estudios científicos y ensayos.

Pero poco a poco, uno va madurando y adoptando otros puntos de vista. Núria, mi mujer, suele ser la encargada de comprar libros con una rutina que ya ha pasado de madre a hija. A Núria le encanta ir a la casa del libro de Paseo de Gracia o a Alibri, la antigua librería Herder de la calle Balmes, tres o cuatro veces al año y realizar una compra de libros.

Le encanta pasear entre los estantes, coger y ojear los libros, leer páginas al azar y explorar nuevos autores y temáticas. Resulta muy gracioso ver cómo Alicia hace lo mismo. Yo en cambio, soy más comodón. En general no me gusta ir de compras, sea lo que sea, así que desde mi ordenador, compro los libros que necesito. Como un francotirador, voy directo al libro que quiero, explorando más bien poco.

Pues nada más ir a vivir juntos, ya hace 16 años, se nos planteó el dilema de cómo organizar la biblioteca de casa. Fue una tarde interesante, sin duda, que se alargó por varios días. Me entretenía ojeando los libros de Núria mientras ella me iba comentando. Ese no te lo leas, no tiene nada interesante, bueno sí tal concepto. Ese va de neuronas espejo, ese sobre la intuición, ese sobre la autoestima. Lo cierto es que descubrí una gran cantidad de temas y de aproximaciones a determinados temas, que me sorprendió muy gratamente. Ese y no otro fue mi primer contacto con los libros de divulgación y de auto-ayuda.

Tozudo como soy, después de discutir un rato sobre el tema y sobre lo importante que es el rigor científico cuando estamos hablando de la salud mental de la gente, llegué a la conclusión de que había libros científicos, libros de auto-ayuda y libros de divulgación.

El destino quiso que varios años después, concretamente en el 2015, Planeta decidiera publicarme un libro, mi primer libro, Fortaleza Emocional. Estaba muy contento, pero había un tema que me escocía un poco. Lo he llevado en secreto hasta hace poco, pero me molestaba que mi libro estuviera expuesto en las estanterías de auto-ayuda. Lo sé, lo siento, no podía hacer nada, era superior a mi.

Cuando me preguntaban sobre el libro siempre solía contestar algo así como que mi libro era muy técnico para ser de auto-ayuda, pero muy divulgativo para ser técnico y en esa clasificación alternativa era feliz.

El libro salió publicado en abril y en mayo ya tenía una gran cantidad de correos de lectores anónimos explicándome que el libro les había resultado de gran ayuda. Fue una sensación bonita y extraña, extraña por lo desconocido, una vez más, me adentraba en una nueva práctica profesional, disfrutando de la experiencia y analizándolo todo. ¡Todo era nuevo para mí!

Pasaron los años y en 2017 publiqué mi segundo libro, Kintsukuroi, el arte de curar heridas emocionales. Hoy he de reconocer que el planteamiento de mi segundo libro fue completamente diferente del primero. Para mí, Kintsukuroi, fue diseñado específicamente como un libro de auto-ayuda.

De los miles de lectores con los que he establecido contacto he aprendido algo: que el libro les ha sido de utilidad, que les ha ayudado y que si les había ayudado era por diferentes motivos. Algunas personas no podían ir al psicólogo, bien por falta de recursos, bien por falta de psicólogos, bien por miedos y estereotipos; otras personas no necesitaban al psicólogo pero necesitaban aprender y entender algunos procesos psicológicos básicos y algunas personas deseaban realizar un proceso introspectivo en la intimidad, en clave autodidacta.

Así, con este marco conceptual recogido a partir de las interesantes y desinteresadas aportaciones de mis lectores, decidí, por primera  vez en mi vida, hacer un libro de auto-ayuda, sin importarme en qué estantería estaría expuesto o qué sello lo iba a publicar.

Hoy, volviendo la mirada atrás, me doy cuenta de que los libros de divulgación a los que me refería, en realidad, eran buenos libros de auto-ayuda. No ha sido fácil asumirlo, ha requerido de un proceso madurativo, de romper barreras y esquemas y de ser más flexibles con mis grandes dogmas… Dogmas… creo que ya no me queda ninguno…

Bueno el caso es que llevaba días con ganas de compartir con vosotros mis reflexiones sobre el tema, especialmente a partir de un comentario de Andreu Buenafuente que circuló por las redes. Buenafuente, persona a la que respeto y admiro profundamente y él ya lo sabe, dijo que una cena con su banda de música era más efectiva que un libro de auto-ayuda, cosa que creo que es cierta si lo matizamos un poco.

No dudo lo más mínimo de que una cena con su banda sea infinitamente mejor y que le reporte mucho más bienestar que un mal libro de auto-ayuda. Ahora bien, hay varias consideraciones a realizar. La primera, quizás la más importante, la que más urge, es la de definir qué es un buen libro de auto-ayuda.

Ésta es una empresa compleja, sin duda, así que me permitiré compartir con vosotros los criterios que utilizo yo para decidir qué libro leo y cuál no. A priori, cuando elijo un libro, empiezo por el autor. Hay autores que tienen el cielo ganado por dos motivos, o bien por su rigor profesional y científico o bien por su capacidad para inspirarme.

Amigos míos, aquí está mi gran clasificación de los libros de autoestima, los que inspiran y los que enseñan. Los que enseñan son buenos a nivel de contenidos. Los que inspiran están escritos por personas que tienen una historia que contar, una historia que me puede inspirar y movilizar. El problema con los primeros es que a veces la calidad expositiva es algo compleja, el problema con los segundos es que te puedes encontrar con una persona que predica una cosa pero hace otra.

Aquí, sin darme cuenta, acabo de explicar uno de los criterios más importantes, para mi, para descartar un libro. Algunos autores venden su alma al diablo por un minuto de gloria y son capaces de explicar auténticas barbaridades con tal de tener notoriedad y prensa.

Yo, con perdón, creo poco en gurús, ya que la experiencia me ha mostrado, que muchas de las grandes gestas relatadas o de esos estilos de vida tan interesantes, en realidad, están corregidos, aumentados, fabulados o distorsionados. Nunca olvidaré como me sorprendí al compartir mesa con una gurú de la comida sana para deportistas que colgaba en las redes fotos de platos que no llegó a probar mientras se comía un plato repleto de golosinas, después de una copiosa y poco sana comida pantagruélica.

Querido, querida, cuando quieras leer algo inspirador, elige lo sencillo y lo coherente. Si te están hablando de felicidad, mira a la cara de su autor.

Si me permites que abra un paréntesis te diré que te plantees la idea de abandonar la búsqueda de la felicidad, o, por lo menos que redefinas el concepto que tienes de felicidad. He colgado un vídeo en mi canal de Youtube en el que explico con más calma que es mejor buscar pequeñas alegrías que una gran felicidad. La felicidad, por definición, es efímera, ya que si fuera un estado perenne, dejaríamos de comer, de amar, de hacer cosas, hasta morir por su perversa consecuencia saciadora.

Eso sí, busca la alegría e incorpórala; pero si me lo permites, yo escribo para darte herramientas para que seas fuerte y para que tengas recursos para gestionar el día a día con todas sus bellezas y sus miserias. Bajo mi punto de vista, cuando te sientes fuerte, te sientes seguro y si te sientes seguro, posiblemente, sientas algo más cercano a ese constructo artificial y romántico llamado felicidad. Dicho esto, vuelvo a centrarme.

Hay libros que enseñan, son mis preferidos. Lo ideal es que te enseñen algún concepto de manera clara y que te ayuden a asimilarlo, comprenderlo y a transferirlo a tu realidad. Eso no es nada fácil, pero algunos, con un poco de esfuerzo por parte del lector, lo consiguen.

Ante un problema podemos hacer tres cosas. La primera es atacar al origen del problema. Esa siempre es la estrategia de elección. Una cena con la banda de música compensa las consecuencias del problema, pero a la mañana siguiente, el problema seguirá estando ahí. A veces, algunos libros nos ayudan a comprender el problema, nos dan fuerzas para tomar algunas decisiones o como mínimo nos permiten analizar el problema con cierta perspectiva. Mi experiencia me dice que, mención a parte de trastornos mayores, la mayor parte de personas sufren por decisiones que no toman, por la acumulación de problemas no resueltos, de expectativas no cumplidas o de frustraciones no gestionadas. Sí, es cierto, es posible que durante esa cena, una conversación nos permita ganar esa perspectiva. En este caso, sin duda, que será una cena muy provechosa… Pero queridos, Buenafuente, es joven, guapo, famoso y da trabajo, pero una persona sin todas esas virtudes o que simplemente esté deprimida o angustiada, no es una compañía grata, por lo que posiblemente, no encuentre con quien ir a cenar.

Lo segundo que podemos hacer es incidir en las consecuencias del problema, generalmente en clave de compensación temporal. Aquí es donde entran en juego cenas, runnings, juergas, excursiones, caprichos, etcétera. No es una mala alternativa, pero tiene un problema, que genera dependencia y tolerancia, cada vez necesitamos más, ya que los problemas que no se gestionan, crecen y se complican. A veces, solo a veces, y estoy pensando únicamente en temas de salud, no podemos hacer nada por incidir en el origen del problema. Para el resto de situaciones, basta con tener el valor para tomar una decisión que no queremos tomar, aprender algo que no nos damos cuenta o asumir aquello que pretendemos negar.

Finalmente, la tercera opción es la de redefinir el problema y aquí es donde sucumben muchas de las ilusiones de una vida feliz. Redefinir un problema es algo así como adoptar un nuevo punto de vista sobre el problema. Por ejemplo para mi, dar charlas en público no puede ser un problema ya que es una consecuencia de mi trabajo. Como problema me bloquea, como consecuencia me advierte de que debo preparármela muy bien. Trabajar con niños no puede ser un problema para un profesor y si no puede gestionarlo ni redefinirlo quizás deba dejar de hacerlo.

Pero querido lector, la realidad es muchos autores confunden la redefinición de un problema con el autoengaño o la banalización con frases como no es para tanto, hay quien está peor o ignora lo que te pasa y el destino se conjurará para darte una solución, como si Campanita fuera a esparcir polvo de hada sobre tu problema.

Pero a pesar de todo lo que te he explicado, a veces me puede la curiosidad, erro en mis valoraciones o confío en la recomendación de una persona y empiezo a leer libros de autoayuda que, una vez empezados, me doy cuenta de que no pasan ese filtro, especialmente aquellos que no son más que un refrito de conceptos, un compendio de teorías pseudocientíficas o una tomadura de pelo repleta de palabras que suenan bien pero que están vacías de contenido. Pues nada, si es el caso, paso a leer en diagonal a la búsqueda y captura de algo interesante que me siga motivando, pero si no es así, pues ejerzo mi libertad individual a dejarlo a medias.

Dejar un libro a medias no es ningún pecado. Tu tiempo es valioso y escaso como para perderlo en algo que no merece la pena.

Insisto, por si no ha quedado claro, hay problemas y situaciones que ningún libro podrá solucionar… pero para el resto, como dijo Emerson, la lectura de un libro ha hecho la fortuna de un hombre, decidiendo el curso de su vida.

 En conclusión, decir que no te gustan los libros de auto-ayudaes como decir que no te gustan las comedias. ¿Cuántas comedias buenas se hacen al año? ¿Cuántas obras de teatro se hacen buenas al año? ¿Cuántas series buenas emite Netflix? ¿Cuántas novelas buenas se hacen al año? ¿Cuántos programas de televisión se hacen buenos al año?

6 respuestas a «En defensa de los (buenos) libros de auto-ayuda»

  1. Hola Tomás, te sigo desde hace tiempo y este post me ha dado que pensar. Es curioso descubrir este tipo de ideas preconcebidas, dogmas, o cómo prefieras llamarlo. Parece que hasta que no te toca de cerca no se atreve uno a cuestionarlos. Mi duda es… si no hubieses escrito estos dos libros, ¿seguirías pensando igual?.
    Un abrazo,
    Clara.

    1. Hola Clara, pues posiblemente sí. Esto es hacer historia ficción de lo que pudo ser, pero bueno, en un momento dado se dio nua evolución que creo que ocurrio con libros escritos o no… Era un tema de acercarme al genero con otra perspectiva.

  2. Hola ,Tomas Navarro,feliz año, hace mucho que no me mandabas ningún articulo, llevas toda la razón, en lo que expones, voy a ver si busco en las librerías ,tu ultimo libro.Buen día. Saludos.

    ________________________________

    1. Gracias. Si no lo has comprado dímelo y te envío uno firmado. Es el mismo precio que las librerias más los gastos de envío. Besos y feliz año!

  3. Acaban de presentar en Alibri el libro «Estigma», compuesto de experiencias de personas que han pasado por una problemática de salud mental. Dolor y superación, puedo afirmarlo…

  4. Hola, estoy acabando libro Kintsukuroi. Una cosa veo le distingue de los libros de un psicólogo «con fama» es la consideración hacia la depresión. Y quería recomendar libro que se vende en «Alibri» y da voz a personas con un trastorno mental. Título «Estigma».

Responder a Maria Del Mar Garcia De La Santa SanchezCancelar respuesta