¿Cómo reaccionas ante la adversidad?

adversidadEsta semana he leído dos noticias que me han motivado a reflexionar sobre como reaccionamos ante la adversidad. Por un lado Trierweiler, la primera dama Francesa, está hospitalizada como consecuencia de una depresión ante la noticia de que su marido tiene un amante. Por otro lado, Andreu Buenafuente manifiesta sus dudas sobre el optimismo y cómo reaccionamos ante la adversidad en ‘El Berenjenal’ para ‘Interviú’.

Y es bien cierto que la manera como gestionamos una adversidad, un problema o una penuria determina en gran medida si la superaremos o no. Hay personas, como en el caso de la mujer de Hollande, que ante una adversidad se deprimen. La tristeza invade su vida y afecta a diferentes esferas y repercute negativamente en las personas que les rodean. Además de luchar contra la adversidad, han de convivir con comentarios de las personas que le rodean, como por ejemplo, reprochando su falta de fortaleza, de voluntad y su incapacidad para luchar… Cuando en realidad se trata de una alteración de los niveles de serotonina en el cerebro.

Hay personas que ante una adversidad sienten ansiedad. La tensión se apodera de ellos, sus niveles de cortisol y adrenalina se disparan y afecta desde el sistema digestivo o al corazón; hasta las funciones superiores como la creatividad, la toma de decisiones o la capacidad para resolver problemas. La ansiedad y el estrés son el caldo de cultivo perfecto para enfermar a nuestro cuerpo.Hay personas que reaccionan enfadándose. Normalmente atribuyen la responsabilidad de lo que le ocurre a otra persona, por lo que quedan libres de culpa. Una vez identificado el ‘falso’ responsable, se sienten en su derecho de castigarles, fustigarles y maltratarles. Con un chivo expiatorio se vive más tranquilo, buscar el origen del problema en uno mismo requiere de un nivel de madurez elevado.

Hay personas a las que el miedo les paraliza y les deja dando vueltas en círculo. La preocupación les consume la energía y son incapaces de tomar una decisión, de dar un paso adelante, de tomar las riendas de la situación. No es que no quieran, es que no pueden. Hay personas que reaccionan con un fenómeno que los psicólogos llamamos desesperanza aprendida. Haga lo que haga no va a servir de nada, por lo que es mejor no hacer nada. Sin esperanza, sin ilusión y sin la más mínima posibilidad de éxito, no tiene sentido hacer nada para superar la adversidad. La desesperanza aprendida nace de las experiencias pasadas y de nuestro proceso de aprendizaje.

Hay personas que no pueden soportar la presión de tener un problema y que no están preparados para tener una autoimagen negativa propia o del grupo de referencia al que se adscriben. Este curioso fenómeno llamado disonancia cognitiva, provoca que nos autoengañemos y que distorsionemos la realidad ya que es más fácil que admitir que tengo un problema y que no sé cómo solucionarlo.

Hay personas que prefieren quedarse instalados en una postura victimista donde la queja y la pasividad resulta más fácil que iniciar una acción dirigida a solucionar el problema. El inicio de un año nuevo nos brinda una ocasión perfecta para identificar este perfil. Después de los excesos navideños, este tipo de personas, prefieren quejarse de que se ha engordado unos kilos a empezar a correr o a hacer ejercicio. La queja es más fácil, requiere menos esfuerzo. Pero… ¿por qué motivo reaccionamos así? Algunas personas reaccionan así por un desequilibrio químico, otras por un rasgo de personalidad, otras porque no han tenido otro modelo mejor del que aprender e incluso las hay que reaccionan así como copia a lo que han visto en casa o por culpa de un trastorno adaptativo o afectivo.

¿Cómo deberíamos reaccionar ante la adversidad? De manera realista, sin auto engañarnos. Analizando la situación, identificando las alternativas de las que disponemos y emprendiendo una acción de manea proactiva. Además te aconsejo que aprendas de lo que te ha pasado para que no te vuelva a ocurrir. Afronta los problemas con serenidad, con perspectiva, sin dramatizar, manteniendo la mente fría y con una óptica analítica.

Me gustaría concluir con un matiz y un concepto. El matiz hace referencia a que una misma situación puede ser un problema para una persona y no para otra. Hay personas que hiper reaccionan de manera desproporcionada ante un problema y personas que son capaces de convivir con problemas aparentemente y/o objetivamente más graves.

He conocido a personas capaces de luchar contra enfermedades terribles y a personas que se vienen abajo ante una gripe común. La diferencia radica en las habilidades de afrontamiento y en el significado que tiene para ti un problema. Los primeros tienen una elevada resistencia a la frustración, una gran energía vital y una capacidad de lucha envidiable. Los segundos toleran mal frustración y tienen una perspectiva excesivamente egocéntrica de su vida, de sus necesidades y de sus derechos.

Los primeros suelen ser optimistas, no ingenuos, sino optimistas. Luchan esperando conseguir lo mejor… ¿O de qué otro modo podrías reunir las fuerzas para librar una batalla con un problema? El concepto del que hablábamos es la resiliencia, palabra que los psicólogos hemos tomado prestado de la ingeniería. La resiliencia hace referencia a la capacidad que tenemos para soportar una adversidad, superarla y salir reforzado de ella.

Una persona resiliente no es alguien que aguanta, calla y confía que los problemas se solucionarán por arte de magia. Una persona resiliente identifica las alternativas que tiene y explota de una manera muy eficiente los recursos de los que dispone. Quizás la culpa de todo lo tienen los cuentos de hadas y príncipes, donde nuestra suerte está sujeta a los designios de una bruja o del destino. Quizás la culpa la tenga la falsa idea de que algún día aparecerá un gentil caballero, un inesperado príncipe azul o una bondadosa hada madrina que nos solucionará la vida.

Quizás es el momento de enseñar a nuestros hijos que debemos luchar por lo que queremos, manteniendo la cabeza fría y la mirada puesta en nuestro objetivo… Preparados para lo peor, pero esperando lo mejor. Tomando el control de nuestra vida… Implicándonos más allá de nuestras necesidades buscando un bien común…

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